Desde
tiempos finales de Emparan cuando era Capitán General por el pueblo de Caracas
ya los vendedores ambulantes de esos empedrados caraqueños, entonaban “¡La
Bejarana¡ ¡Va la Torta Bejarana¡”. Cuando los placeres de la buena mesa hacían
sucumbir al poder de las clases.
Sus
creadoras eran Magdalena, Eduvigis y Belén, las hermanas Bejarano, famosas
reposteras de época de origen pardo (nombre que recibían durante la colonia las
personas producto de la mezcla de blanco y negra). Tiempos en los que esta
Caracas de la época colonial, era una ciudad de apenas treinta mil habitantes.
Recordadas
ambas hermanas en la historia y literatura desde esos tiempos, incluso Antonio
Arráiz les escribió un cuento titulado “No son blancas las Bejarano” y hasta
les fue compuesta una Opera “Las Bejarano de Luis Morales Bance”.
Las
Bejarano se distinguían por la increíble y no menos elogiosa calidad de sus
postres, por ello inventaron ésta torta que lastimosamente hemos ido perdiendo.
Inspiradas
seguramente en Venezuela no se sembraba el trigo y que la única manera de
obtenerlo era comprárselo a España por cantidades de dinero muy elevadas, estas
hermanitas crearon una torta que no requería el uso de la harina de trigo.
Su
principio básico, es el pan de horno rallado o desmenuzado el cual a su vez se
hace de harina de maíz caríaco tostada y el plátano convertido en puré. Estos
dos ingredientes junto al papelón y el ajonjolí le dan a la Bejarana ese sabor
tan peculiar y caraqueño.
Llegó a ser
tan popular, que las Bejarano pudieron comprar “su blancura” con el dinero que
habían ganado ya que en el año 1793, por lo que el Rey Carlos IV decretó la
“Real Cédula de gracias al sacar”. Por medio de la cual aquellos pardos que
pudiesen costeárselo, adquirían los derechos de los blancos, por lo que
obtuvieron el documento que rezaba: “Que se tenga a las Bejarano como blancas
aunque sean negras.”
Obviamente
los mantuanos no tomaron esto con mucha simpatía y empezaron a correr por la
calle el corredillo que completaba la frase de la Cédula y que decía, “aunque
negras sean”.
Un plato
que coincidimos todos, ha ser rescatado del olvido, promoviendo el uso del maíz
caríaco.
Ingredientes:
7 plátanos
maduros
50 g de
margarina
2 huevos
2
cucharaditas de bicabornato
1
cucharadita de clavos molidos
1
cucharadita de canela
4
cucharadas de ajonjolí para decorar
300 g
panela de papelón
1/4 taza de
agua
6 bizcochos
rallados
125 g de
queso blanco rallado
6 roscas de
pan de horno
Preparación:
Precalientar
el horno a 180 °C. Enmantequillar un molde para torta y espolvorear con el
ajonjolí.
Hervir el
plátano hasta que quede como para hacer puré, pelar y triturar. Luego, tostar
el pan de horno y molerlo. Después, preparar un melado con el papelón derretido
en el agua. Retirar del fuego y colar.
Colocar los
plátanos, el melado, la canela, los clavos molidos, el bicaborato, los huevo,
en un bol y con la ayuda de una batidora mezclar hasta que quede una mezcla
homogénea. Verter en el molde. Hornear por 45 minutos, aproximadamente. Retire
del horno y deje enfria.